Leo la nota de Ignacio en
Blogópolis , "Chileno, mediocre y a mucha honra" y no puedo evitar pensar en varias personas que conozco. Entonces recuerdo que no es un mal endémico - o tal vez lo sea- sino un tipo de educación, una forma de ver la vida que heredamos desde siempre y es lamentable.
Tenemos miedo al fracaso, propio o ajeno, tenemos miedo al cambio y también nos aterra llegar a cumplir nuestros sueños. Por eso nos comprometemos a medias, amamos a medias, mostramos nuestros talentos a medias, nos alegramos a medias (" está todo tan bien, pero no sé hasta cuando") no vaya a ser que logremos lo que siempre hemos querido y no tengamos a qué aspirar (ni de qué quejarnos).
Tenemos una falta de fe espantosa en la vida, en la Divinidad y en nosotros mismos, el miedo nos mata y nos limita. Por eso lo pasamos mal, por eso nos frustramos y por eso vivimos pensando en el mañana. "Cuando salga del colegio; cuando termine la carrera; cuando me case; cuando los niños estén grandes; cuando me cambie de pega; cuando me separe". Esas son
nuestras mayores 'voladas' y en privado. Hacia afuera, nos preocupamos por enrielar a los que están mal: "no se puede cambiar el mundo, asume lo que te toca..." en el fondo, 'sé infeliz'.
Creo que se puede cambiar el mundo, al menos el propio y quizás también el ajeno permitiendo que los demás disfruten al máximo sus propias creaciones, sin aportillárselas, sin juzgarlos.
La energía todo lo puede y si nos centramos más en lo que somos y en lo que queremos llegar a ser, podremos seguir esperando por lo mejor....y conseguiremos lo mejor.
Yo sé que puedo, es una buena frase para repetirse cada día.